Teoría del desarrollo Psicosocial de Erik Erikson
Teoría
Erikson es un psicólogo del Yo
freudiano. Esto significa que acepta las ideas de Freud como básicamente
correctas, incluyendo aquellas debatibles como el complejo de Edipo, así como
también las ideas con respecto al Yo de otros freudianos como Heinz Hartmann y
por supuesto, Anna Freud.
No obstante, Erikson está bastante
más orientado hacia la sociedad y la cultura que cualquier otro freudiano, tal
y como cabía esperar de una persona con sus intereses antropológicos. Prácticamente,
desplaza en sus teorías a los instintos y al inconsciente. Quizás por esta razón,
Erikson es tan popular entre los freudianos y los no-freudianos por igual.
El Principio Epigenético
Erikson es muy conocido por su
trabajo sobre la redefinición y expansión de la teoría de los estadios de
Freud. Establecía que el desarrollo funciona a partir de un principio epigenético.
Postulaba la existencia de ocho fases de desarrollo que se extendían a lo largo
de todo el ciclo vital. Nuestros progresos a través de cada estadio está
determinado en parte por nuestros éxitos o por los fracasos en los estadios
precedentes. Como si fuese el botón de una rosa que esconde sus pétalos, cada
uno de éstos se abrirá en un momento concreto, con un cierto órden que ha
sido determinado por la naturaleza a través de la genética. Si interferimos
con este órden natural de desarrollo extrayendo un pétalo demasiado pronto o
en un momento que no es el que le corresponde, destruimos el desarrollo de la
flor al completo.
Cada fase comprende ciertas tareas
o funciones que son psicosociales por naturaleza. Aunque Erikson les llama
crisis por seguir la tradición freudiana, el término es más amplio y menos
específico. Por ejemplo, un niño escolar debe aprender a ser industrioso
durante ese periodo de su vida y esta tendencia se aprende a través de
complejas interacciones sociales de la escuela y la familia.
Las diversas tareas descritas por
el autor se establecen en base a dos términos: una es la tarea del infante,
llamada “confianza-desconfianza”. Al principio resulta obvio pensar que el
niño debe aprender a confiar y no a desconfiar. Pero Erikson establece muy
claramente que debemos aprender que existe un balance. Ciertamente, debemos
aprender más sobre la confianza, pero también necesitamos aprender algo de
desconfianza de manera que no nos convirtamos en adultos estúpidos.
Cada fase tiene un tiempo óptimo
también. Es inútil empujar demasiado rápido a un niño a la adultez, cosa muy
común entre personas obsesionadas con el éxito. No es posible bajar el ritmo o
intentar proteger a nuestros niños de las demandas de la vida. Existe un tiempo
para cada función.
Si pasamos bien por un estadio,
llevamos con nosotros ciertas virtudes o fuerzas psicosociales que nos
ayudarán en el resto de los estadios de nuestra vida. Por el contrario, si no
nos va tan bien, podremos desarrollar maladaptaciones o malignidades,
así como poner en peligro nuestro desarrollo faltante. De las dos, la
malignidad es la peor, ya que comprende mucho de los aspectos negativos de la
tarea o función y muy poco de los aspectos positivos de la misma, tal y como
presentan las personas desconfiadas. La maladaptación no es tan mala y
comprende más aspectos positivos que negativos de la tarea, como las personas
que confían demasiado.
Niños y adultos
Quizás la innovación más
importante de Erikson fue la de postular no 5 estadios como Freud había hecho,
sino 8. Erik elaboró tres estadios adicionales de la adultez a partir del
estadio genital hasta la adolescencia descrito por Freud. Ninguno de nosotros
nos detenemos en nuestro desarrollo (sobre todo psicológicamente) después de
los12 o 13 cumpleaños. Parece lógico estipular que debe haber una extensión
de los estadios que cubra el resto de nuestro desarrollo.
Erikson también tuvo algo que
decir con respecto a las interacciones de las generaciones, lo cual llamó mutualidad.
Ya Freud había establecido claramente que los padres influían de una manera drástica
el desarrollo de los niños. Pero Erikson amplió el concepto, partiendo de la
idea de que los niños también influían al desarrollo de los padres. Por
ejemplo, la llegada de un nuevo hijo, representa un cambio de vida considerable
para una pareja y remueve sus trayectorias evolutivas. Incluso, sería apropiado
añadir una tercera (y en algunos casos, una cuarta) generación al cuadro.
Muchos de nosotros hemos sido influenciados por nuestros abuelos y ellos por
nosotros.
Un ejemplo claro de mutualidad lo encontramos en los problemas que tiene una madre adolescente. Aún cuando tanto la madre como el hijo pueden llevar una vida satisfactoria, la chica está todavía envuelta en tareas de búsqueda de sí misma y de cómo encajar en la sociedad. La relación pasada o presente con el padre de su hijo puede ser inmadura tanto en uno como en el otro y si no se casan o viven juntos, ella tendrá que lidiar con los problemas de encontrar una nueva pareja. Por otro lado, el infante presenta una serie de necesidades básicas de todo niño, incluyendo la más importante: una madre con las habilidades maduras y apoyo social, como toda madre.
Si los padres de la chica en cuestión
se unen para ayudar, tal y como cabría esperar, también romperán con sus
funciones evolutivas, volviendo a un estilo vital que pensaban que habían
pasado y altamente demandante. A estas generaciones se pueden añadir otras, y
así sucesivamente.
Las formas en que nos interactuamos
son extremadamente complejas y muy frustrantes para los teóricos. Pero
ignorarlas sería obviar algo muy importante con respecto a nuestro desarrollo y
nuestras personalidades.
La tarea primordial aquí es lograr
una integridad yoica (conservamos aquí la terminología acorde con los
vocablos técnicos dentro del marco de la psicología. También puede entenderse
el término como “integridad”. N.T.) con un mínimo de desesperanza.
Esta etapa parece ser la más difícil de todas, al menos desde un punto de
vista juvenil. Primero ocurre un distanciamiento social, desde un sentimiento de
inutilidad; todo esto evidentemente en el marco de nuestra sociedad. Algunos se
jubilan de trabajos que han tenido durante muchos años; otros perciben que su
tarea como padres ya ha finalizado y la mayoría creen que sus aportes ya no son
necesarios.
Además existe un sentido de
inutilidad biológica, debido a que el cuerpo ya no responde como antes. Las
mujeres pasan por la menopausia, algunas de forma dramática. Los hombres creen
que ya “no dan la talla”. Surgen enfermedades de la vejez como artritis,
diabetes, problemas cardíacos, problemas relacionados con el pecho y ovarios y
cánceres de próstata. Empiezan los miedos a cuestiones que uno no había
temido nunca, como por ejemplo a un proceso gripal o simplemente a caerse.
Junto a las enfermedades, aparecen
las preocupaciones relativas a la muerte. Los amigos mueren; los familiares
también. La esposa muere. Es inevitable que también a uno le toque su turno.
Al enfrentarnos a toda esta situación, parece que todos debemos sentirnos
desesperanzados.
Como respuesta a esta desesperanza,
algunos mayores se empiezan a preocupar con el pasado. Después de todo, allí
las cosas eran mejores. Algunos se preocupan por sus fallos; esas malas
decisiones que se tomaron y se quejan de que no tienen ni el tiempo ni la energía
para revertirlas (muy diferente a estadios anteriores). Vemos entonces que
algunos ancianos se deprimen, se vuelven resentidos, paranoides, hipocondríacos
o desarrollan patrones comportamentales de senilidad con o sin explicación biológica.
La integridad yoica significa
llegar a los términos de tu vida, y por tanto, llegar a los términos del final
de tu vida. Si somos capaces de mirar atrás y aceptar el curso de los eventos
pasados, las decisiones tomadas; tu vida tal y como la viviste, como
necesariamente así, entonces no necesitarás temerle a la muerte. Aunque la
mayoría de ustedes no se encuentran en este punto de la vida, quizás podríamos
identificarnos un poco si empezamos a cuestionarnos nuestra vida hasta el
momento. Todos hemos cometido errores, alguno de ellos bastante graves; si bien
no seríamos lo que somos si no los hubiéramos cometidos. Si hemos sido muy
afortunados, o si hemos jugado a la vida de forma segura y con pocos errores,
nuestra vida no habría sido tan rica como lo es.
La tendencia maladaptativa del
estadio 8 es llamada presunción. Esto ocurre cuando la persona
“presume” de una integridad yoica sin afrontar de hecho las dificultades de
la senectud.
La tendencia maligna es la llamada desdén.
Erikson la define como un desacato a la vida, tanto propia como la de los demás.
La persona que afronta la muerte
sin miedo tiene la virtud que Erikson llama sabiduría. Considera que
este es un regalo para los hijos, dado que “los niños sanos no temerán a la
vida si sus mayores tienen la suficiente integridad para no temer a la
muerte”. El autor sugiere que una persona debe sentirse verdaderamente
agraciada de ser sabia, entendiendo lo de “agraciada” en su sentido más
amplio: me he encontrado con personas muy poco agraciadas que me han enseñado
grandes cosas, no por sus palabras sabias, sino por su simple y gentil
acercamiento a la vida y a la muerte; por su “generosidad de espíritu”.
Discusión
Me resulta difícil pensar en otra
persona, a no ser Jean Piaget, que haya desarrollado más un acercamiento a los
estadios del desarrollo que Erik Erikson. Y eso que el concepto de estadios no
es muy popular entre los teóricos de la personalidad. De las personas que
recogemos en este texto, solo Sigmund y Anna Freud comparten completamente sus
convicciones. La mayoría de los teóricos prefieren un acercamiento más
paulatino o gradual del desarrollo, utilizando términos como “fases” o
“transiciones”, en vez de estadios definidos y limitados.
Pero desde luego, existen ciertos
segmentos de la vida muy fáciles de identificar, determinados temporalmente por
aspectos biológicos. La adolescencia está “preprogramada” para que ocurra
cuando ocurre, tal y como pasa con el nacimiento y muy posiblemente, con la
muerte natural. El primer año de vida tiene unas cualidades muy especiales,
tipo “parecida a la fetal” y el último año de la misma incluye ciertas
cualidades “catastróficas”.
Si reducimos el significado de los
estadios con el fin de incluir ciertas secuencias lógicas; léase que las cosas
ocurren en un cierto órden, no porque están determinadas exclusivamente por
marcadores biológicos, sino porque no tendrían sentido de otra forma, entonces
podríamos incluso decir que el entrenamiento de los esfínteres, por ejemplo,
tiene que preceder a la independencia de la madre y asistir a clases; que
debemos desarrollar una sexualidad madura antes de encontrar a una pareja; que
normalmente hallaremos a una pareja antes de tener niños y que necesariamente
¡deberemos tener niños antes de disfrutar su despedida!.
Si estrechamos aún más el
significado de los estadios añadiendo una “programación” social a la biológica,
podríamos incluir períodos de dependencia y escolarización, y así mismo, el
trabajo y la jubilación también. De esta forma tan reducida, no habría
problemas para establecer 7 u 8 estadios. Evidentemente, solo hasta ahora es que
nos hemos sentido presionados a llamarles estadios, en vez de fases o cualquier
otro término impreciso.
De hecho, resulta difícil defender
los estadios de Erikson si los aceptamos dentro de su comprensión de lo que son
los estadios. En otras culturas, incluso dentro de ellas mismas, la
temporalización puede ser muy distinta. En algunos países, los bebés son
destetados a los seis meses y se les enseña el control de esfínteres a los
nueve. En otros, todavía son amamantados hasta los cinco años y el control de
esfínteres se hace con poco más que sacar al niño al patio. Hubo una época
en nuestra cultura en la que las mujeres se casaban a los trece años y tenían
su primer hijo a los quince. Hoy, intentamos posponer el matrimonio hasta los
treinta y nos apresuramos a tener nuestro único hijo antes de cumplir cuarenta.
Buscamos muchos años de retiro. En otra época y lugar, la jubilación
sencillamente es desconocida.
A pesar de todo, los estadios de
Erikson nos brindan un marco de trabajo. Podemos hablar de nuestra cultura al
compararla con otras; o de la actualidad comparada con algunos siglos atrás o
de ver cómo diferimos relativamente de los estándares que provee su teoría.
Erikson y otros investigadores han demostrado que el patrón general de hecho se
adapta a diferentes épocas y culturas, y a la mayoría de nosotros nos resulta
familiar. En otras palabras, su teoría se establece como uno de los paradigmas
más importantes dentro de las teorías de personalidad. Este paradigma a veces
es más importante que la “verdad”: es útil.
También nos provee de
conocimientos que no nos hubiéramos percatado de otra forma. Por ejemplo, podríamos
pensar en sus ocho estadios como una serie de tareas que no siguen un patrón lógico
particular. Pero si dividimos el abanico de la vida en dos secuencias de cuatro
estadios, podemos ver un patrón real, con la mitad referida al desarrollo del
niño y la otra mitad al desarrollo del adulto.
En el estadio I, el niño debe
aprender que “eso” (el mundo, especialmente representado por mamá y papá,
y él mismo) está bien; que “no hay problema”. En el estadio II, el infante
aprende a “yo puedo hacerlo” en el “aquí y ahora”. En el estadio III,
el preescolar aprende a “puedo planear” y proyectarse a sí mismo hacia un
futuro. En el IV, el escolar aprende “puedo finalizar” estas proyecciones. A
través de estas cuatro etapas, el niño desarrolla un Yo competente y preparado
para el amplio mundo que le aguarda.
Tomando la otra mitad relativa al
periodo adulto, nos expandimos más allá del Yo (entendiéndose el “Yo” no
como instancia psíquica freudiana, sino como self o sí mismo, N.T.). El
estadio V tiene que ver con establecer algo muy parecido al “está bien; no
hay problema”. El adolescente debe aprender a que “yo estoy bién”;
conclusión de la negociación establecida de los cuatro estadios precedentes.
En el VI, el adulto joven debe aprender a amar, lo que sería una variación
social de “yo puedo hacerlo” en el aquí y ahora. En el estadio VII, el
adulto debe extender ese amor hacia el futuro, pasando a ser llamado “cuidar
de”. Y finalmente, en el estadio VIII, la persona mayor debe aprender a
“limitar” su Yo, y establecer una nueva y amplia identidad. En palabras de
Jung, la segunda mitad de la vida está dedicada a la realización de uno mismo.